“El ordenador e internet se cuentan entre los inventos más importantes de nuestra era, pero pocas personas saben quiénes fueron sus creadores. No surgieron de la nada en una buhardilla o un garaje por obra del tipo de inventores solitarios que suelen aparecer destacados en las portadas de las revistas o pasar a formar parte de un panteón junto con Edison, Bell y Morse. Lejos de ello, la mayoría de las innovaciones de la era digital fueron fruto de la colaboración….”.
Así empieza el último libro de Walter Isaacson sobre los innovadores de la era digital y es significativo pues se trata de un autor que ha escrito diversas biografías, la última de ellas sobre Steve Jobs. En cambio en “Los Innovadores” (Debate) defiende la importancia de la creatividad colaborativa para entender cómo se configuró la actual revolución tecnológica. El hilo conductor de la narración es el relato de una decena de los avances más significativos (el computador, la programación, el transistor, el microchip, los videojuegos, internet, el ordenador personal, el software, conectados, la red) y de las personas que fueron sus artífices.
A través de sus seiscientas páginas narra la apasionante historia de estos pioneros, hackers, inventores y emprendedores, de sus éxitos y de sus fracasos: quienes fueron, cómo pensaban y qué les hizo ser tan creativos. Es una narración, documentada y amena, sobre cómo colaboraron y por qué su capacidad para trabajar en equipo les hizo aún más creativos. También explora las fuerzas sociales y culturales que proporcionaron la atmósfera propicia para la innovación. Al final intenta extraer algunas lecciones de este apasionante viaje alrededor de los innovadores que han transformado nuestro mundo.
Una primera lección es que por brillantes que fueran los numerosos inventores de internet y el ordenador, lograron la mayor parte de sus avances gracias al trabajo en equipo. A pesar que la era digital parezca revolucionaria, otra lección es que se basa en expandir las ideas transmitidas por las generaciones anteriores. Los mejores innovadores fueron los que supieron entender la trayectoria del cambio tecnológico y tomaron la batuta de los innovadores que les precedieron. Steve Jobs se basó en el trabajo de Alan Kay, que a su vez se basó en Doug Engelbart, que a su vez se basó en J.C.R. Licklider y Vannevar Bush.
Otra constatación es que los equipos más productivos fueron los que supieron reunir a personas con una amplia serie de especialidades, aquí los Laboratorios Bell constituyen un ejemplo clásico. Aunque internet proporcione una herramienta que posibilita las colaboraciones virtuales y a distancia, otra lección de la innovación en la era digital es que, hoy como en el pasado, la proximidad física resulta beneficiosa. Hay algo especial que en las reuniones de carne y hueso que no puede reproducirse digitalmente. Otra clave a la hora de formar equipos ha sido juntar visionarios, capaces de generar ideas, con gestores operativos, capaces de ejecutarlas.
Hubo tres formas de financiar estos equipos en la era digital. La primera fue mediante la financiación y la coordinación estatales (así nacieron los primeros ordenadores y la redes ARPANET). La empresa privada fue otra de las vías de financiación (creando centros de investigación como el Xerox PARC y nuevas compañías como Intel, Atari, Google, Microsoft y Apple). Una tercera vía fue a través de los grupos de iguales que han compartido libremente ideas y han realizado aportaciones en un esfuerzo voluntario (la creación de Wikipedia y de la World Wide Web son buenos ejemplos).
El libro arranca y termina con Ada Lovelance, la hija del poeta lord Byron, que se puede considerar que fue una de las pioneras de la programación informática en la década de 1840. Una persona que fue capaz de combinar ciencia y humanidades. Según Isaacson la próxima fase de la revolución digital provendrá de personas que sean capaces de entender y entrecruzar las “dos culturas”, la ciencia y las humanidades. En otras palabras, de los herederos espirituales de Ada Lovelance.